Junio 2010 Archives
Todo es
mentira, tiene que ser mentira. Una cruel broma macabra.
Clavo
mis rodillas en la tierra. Toco su cara, su pelo... Intento incorporarla
cogiéndola por las axilas. Se derrama como arena entre mis dedos. Mis dedos,
rojos de sangre. Sangre.
Se desvanece su cara, se nubla, se difumina
por las lágrimas. Lloro, lloro de rabia, de ira.
Levanto
su cabeza, la coloco en mi regazo y aparto su pelo con mis dedos. Dedos
ensangrentados. Mancho su cara. Su preciosa cara. Duerme, me digo, esta
durmiendo.
No
grito. No digo nada, sólo miro al frente y veo ese rostro. No oigo, no atiendo
a lo que me rodea porque ha desaparecido, sólo veo ese rostro, esa rubicunda
cara, su repelente gesto. Vuelvo a mirar abajo, entre mis piernas descansa su
cabeza inerte y su preciosa faz manchada de rojo.
¿Por
qué? ¿Por qué ella? Toco su delicado cuello, no sé lo que hago ni por qué, pero
tras mancharlo también cierro los ojos, aprieto los dientes, la deposito con
cuidado en el suelo y aparto sus rizos de mis piernas. La beso. Algunas
lágrimas caen y disuelven las manchas de sangre de una de sus mejillas. Miro al
frente. La ira otra vez. Esa ira incontenible que me hace saltar como un
resorte, que me hace desobedecer cualquier mandamiento. Blasfemo una y otra vez
mientras corro. Alimento mi ira. Con la mirada clavada en sus ojos, también
alimento mi ira. Me mira horrorizada. No oigo lo que dice, me da igual. Se
cubre, de nada le vale. Mi puño impacta sobre su cara. Pero antes de que caiga
una de mis piernas golpea su estómago. Cae de bruces. La giro, me siento a
horcajadas sobre ella y golpeo su rostro una y otra vez. Convierto su cara en
una masa sanguinolenta. No me importa mi ventaja ni mi superioridad, me da
igual que sea una mujer. No soy yo, es la ira.
Noto en
mi nuca calor. Una punzada de dolor recorre mi cuerpo. Siento el calor
abrasador del cañón que acaba de disparar. Oprime mi nuca con los dos cañones y
dice: "Apártate de ella". No hago caso. Levanto mi puño ensangrentado para
asestar un último y demoledor golpe. Oigo como el dedo desplaza el gatillo hacia atrás. Cierro los ojos.